martes, 1 de noviembre de 2011

Viajando por la urbanización.

Me miró, como cualquier persona que se cruza en el colectivo.

La miré, fue inevitable mi curiosidad, sus ojos negros me llamaron la atención, es un color totalmente inusual aunque parezca raro. Su delineado perfecto gritaba “mírenme”. Su mirada era brillante y su tez morena.

Inquieta intentando sostenerme de la barandilla del techo, cada vez que me giraba, me cruzaba con esos ojos. Era una mirada alegre, pícara. Comencé a preguntarme si quizás me conocería,  si simplemente le había llamado la atención, o tal vez era una persona tan alegre que miraba así a todo el mundo.

Mientras seguía hablando con mi compañera, de a ratitos me giraba con disimulo y ahí estaba ella con esa mirada y sonrisa apuntándome… mientras ese pequeño espíritu se colgaba de su cuello y jugaba con su pelo negro azabache. Mi incomodidad poco a poco se fue pulverizando a medida que el viaje proseguía su camino habitual.

No supe nada de su historia, tampoco la volví a ver, pero pensé que esa comunicación entre dos extrañas, esas sonrisas regaladas, puede ser uno de los pequeños regalos que el presente nos lanza por doquier.

No la conocía, no tenía idea de su vida, ni sobre la de su retoño. Pero al bajar del colectivo esas pequeña manitas junto con las de su madre me saludaron por la ventanilla, y simplemente fui feliz.

1 comentario: