martes, 15 de enero de 2013


Caminando por una calle sin asfalto,hacia mi derecha un alto muro de ladrillos muy perfectamente construido, que no deja espacio por el que uno pueda mirar hacia el otro lado ni treparse, como bien es sabido del otro lado de la manzana está la entrada a ese pequeño barrio privado que se disfraza en sus alrededores con ese muro bonito que no deja ver mas allá. A mi izquierda la manzana es un gran terreno baldío con solo dos casas precarias, con paredes de madera, baños afuera, sin cloaca, me pregunto si tendrán agua corriente, espero que sí. 
De repente escucho el ruido de una camioneta que se adentra en la calle levantando tierra, tiene calcos de una firma muy reconocida de automotores. Se detiene al lado de las casas débiles y tranquilos los empleados descargan la basura que traían atrás, repuestos viejos, defectuosos, metales, plásticos. Riendo y hablando quién sabe de qué hecho cotidiano, se suben nuevamente a la camioneta y se van. 
Las risas de los niños invaden la calle, salen de las dos casitas con sus ropas sucias y en la piel marcas de tierra. Se dirigen hacia la basura, se meten entre las cajas, encuentran volantes rotos, pedales y quién sabe que cosas más y se sientan a jugar.
A mi mente viene la impotencia, el contraste de nuestra sociedad es cortante, punzante, razgante, filoso. Y todavía no puedo entender cómo la sociedad argentina sigue gritando a los cuatro vientos y reclamando por libertad. ¿Me pregunto a qué se refieren por libertad? Y nuevamente me queda flotando en la mente, ¿qué habremos hecho para evitar llegar a esta situación?, ¿hacemos algo actualmente?.
La responsabilidad es por obra y por omisión.