miércoles, 14 de diciembre de 2011

Montaña Rusa

Sabiendo a qué se arriesgaba, sin embargo se atrevió. Los segundos llenaron minutos, y los minutos horas. Los días se hicieron semanas, y esos meses comenzaron a hacer efecto.

Se espantaron los miedos que corrieron cobardes; se abrieron  grietas en las puertas y ventanas, y poco a poco pequeños y transformables sueños comenzaron a inmiscuirse en ese cuarto que tan cerrado y oscuro se encontraba. Los rayos del sol dieron frente en la batalla contra esos muros y lograron vencerlos.

Poco a poco el cuarto recibió una puesta al día, se pintaron de colores las paredes, se adornaron los rincones, se lleno de luz y fantasía. Otra vez lo había logrado, ella estaba feliz, su cuartito interior nuevamente brillaba y le regalaba libertad. Tenía libre albedrío de sentimientos, de impulsos, de inspiraciones.

La comodidad se adueñó de su existencia, hasta que un día cayó en la cuenta de que todo eso no había ocurrido de la nada. Había alguien vestido con un pintorcito y un pincel lleno de magia que iba dibujando sus paredes, que dejaba huellas en su piso a cada paso, que la rodeaban por doquier.

No lo esperaba y no quería acostumbrarse, su memoria todavía estaba intacta. Se había prometido tiempo atrás no dejar entrar a nadie otra vez, estaba enojada consigo misma, había roto su promesa, pero aún así no hizo nada, esa presencia pintoresca realmente la alegraba y no podía negar que nada hubiese resultado igual quizás sin él. Así fue que no hizo nada mas que disfrutar de esa compañía y comenzó a preocuparse también por él.

Al tiempo comenzó a percibir que todos los días paraba su tiempo para prestarle atención al artista y cayó en la cuenta de que volvía a repetir la misma historia que tiempo atrás. Así fue que decidió echarlo de su cuarto tan especial y tan cuidado. Pero ese personaje se sintió mal y le hizo ver todo lo que había hecho en el cuarto. Se veía tan bonito lo que había hecho con ella  que se convenció de que quizás debía darle una oportunidad al destino y arriesgarse una vez mas a subirse en esa montaña, que tras vueltas y vueltas vuelve al mismo lugar, pero quizás esta vez rodaría mas allá.

Las estaciones pasaron y ella seguía divertida rodando y rodando. El tiempo comenzó a hacer uso de su poder y los materiales empezaron a estropearse. Su cuarto empezó a oscurecer de a poquito, el agua que filtraba por las goteras poco a poco empezaron a desdibujar las paredes, las flores pedían agua a gritos, los adornos ya no se lucían por la tierra. ¿Dónde estaba ese artista de pintorcito y pinceles mágicos? En algún momento entre las vueltas se había perdido, había dejado de frecuentar ese lugar, ese cuarto.

Nuevamente la montaña rusa había terminado su vuelta en el mismo lugar que tiempo atrás. Las vueltas habían sido divertidas, pero el dolor de no sentirse en movimiento era mucho peor que la quietud del principio de esta historia.

No quedaba mucho por hacer, poco a poco fue juntando clavos y maderas abandonadas en el camino. Compró un martillito y la pequeña nuevamente tapó puertas y ventanas. Sobrenaturalmente su tamaño se encogió y volvió a sentirse chiquita otra vez.

Supuso que por lo menos lo había intentado, supuso que el que no arriesgaba no ganaba. Esta vez había perdido, pero ese artista quedaría en su recuerdo, quedaría grabado en las páginas de su vida y en cada rincón de su ser.  No veía otro camino, así que comenzó sentándose, abrigándose,  adaptándose a ese cuarto vacío, oscuro y silencioso,  pero con la sonrisa de saber con certeza que había vuelto a amar.

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colores

jueves, 8 de diciembre de 2011

Agua y Aceite.

 oil-water

En algún tiempo y un espacio intentaron ser uno

se mezclaron, se revolvieron, se agitaron

pero no bailaron al compás de los colores

por muy poco casi llegaron, casi lo lograron.

Ella dice sí, él dice no,

ella se escapa al norte, y él al sur,

ella usa blanco, él usa negro,

ella piensa en años y él en segundos.

Me pregunto si llegarán,

a eso de robarle sonrisas a la vida,

a escuchar los suspiros del destino,

a darle libertad al tiempo.

Pero el miedo los hace equivocarse,

porque no quieren las mismas cosas,

no buscan ser mezcla homogénea,

pero aún así se siguen buscando, escarbando, llamando.

Se resisten a bajar del carrusel,

que por instantes los hace feliz,

gritan no responder a leyes físicas,

saben que no serán mezcla, pero saben que jamás serán olvido.

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Este es uno de esos escritos que salen entre sueños de madrugadas… espero que guste, y que tengan una muy bonita semana.