martes, 28 de diciembre de 2010

Lágrimas

Gotas de soluciones…. pequeños productos de nuestro ser… me pregunto dónde fueron a parar, me pregunto dónde se escondieron, porque nos las encuentro. Hoy cuando mas las necesito no se atreven a asomarse.

¿No les suele pasar que a veces uno siente que revienta en ganas de llorar pero nada pasa? ¿No les suele pasar que sienten ganas de gritar pero no son capaces de emitir sonido alguno?

tears (1)Hay gente que vino al mundo hecha para llorar cada vez que lo siente, hay otros que por mas dolor o tristeza que sientan no se les cae una lágrima, y no porque sean insensibles, es solo que nunca se han liberado a tal acto de alivio. 

Pero también existimos muchos otros que lloramos solo a veces, nos limita un poco la situación y las causas. Hoy particularmente voy a hablar de los llantos perdidos, de esos que se “desensibilizan”.

Suele ocurrir que hayamos vivido una situación que nos haya generado tanta congoja que sentimos que nunca pararíamos de llorar. Hasta que después de un tiempo  uno va superando esos episodios de llantos repentinos. Vivimos un tiempo tratando de convencernos que nos hicieron mal, o tratando de aceptar que fue parte de nuestra historia y pensando que no podía ser de otra manera. Así poco a poco las lágrimas demás comienzan a escasear… y poco a poco se vuelve a sentir calidez adentro nuestro.

Algunos en cambio vuelven a exponerse al peligro de llorar otra vez… tropezando con la misma situación, como el péndulo de un reloj… pero sé que llega un momento en que te acostumbras a eso… y las lágrimas ya no se asoman, es como si las nuestras glándulas se atrofiaran (por supuesto que no es así fisiológicamente). El sentimiento de opresión en el pecho se sube hasta nuestras bocas. Nuestras comisuras ya no se desvían hacia caudal, sino que se rectifican. Y nos volvemos inmunes de estas situaciones, pero solo inmunes de expresión.  Nos sigue doliendo, ya de una manera diferente pero duele. Supongo que es la habituación, algo que no me gusta personalmente. Somos consientes, aunque solo algunos, de que es algo que debería motivar a la superación, a la toma de las riendas de nuestro corazón. Supongo que es el momento en que uno mira bien dentro y te ves lleno de curitas y remiendos, y  te das  cuenta que si lo sigues haciendo se romperá. Y un corazón roto ya no puede vuelve a ser el mismo aunque lo reconstruya el mejor artesano.

Deberíamos poder volver a llorar, porque es parte de nuestra necesidad de descargarnos espiritualmente, es nuestro modo de recordar que somos humanos, que somos sensibles, que sentimos, es el recordatorio de que si alguien puede hacernos mal, alguien puede amarnos también.  Es la alarma que nos avisa que antes de que nuestro rostro de inunde de tristeza sonreíamos, y que podemos volver a hacerlo.

Pero depende de nosotros mismos volver a recuperar la capacidad de llorar, y poder sentirnos vivos nuevamentearste. Poder dejar a nuestro cuerpo y nuestras emociones fluir. Depende de nosotros también la capacidad de abrir nuestro corazón a los demás otra vez y dejarnos cuidar. Es una situación donde tanto nosotros como los otros somos parte vital de la solución.

 

¿Y Uds. que piensan sobre las lágrimas? ¿Alguna vez en su vida les paso no poder llorar cuando antes lo hacían?

Os dejo un besazo!

miércoles, 1 de diciembre de 2010

No se esfuma…

Esperaba olvidarme del tema, pero han pasado quince minutos y no lo he hecho, he respirado hondo, he contado, he imaginado hacer un boyo con él  y lo he pateado lejos, pero no se ha ido…

“Quisiera escupirlo y sacarlo a volar pero no he podido, se ha instalado en mi garganta y parece haber tirado anclas.

Es un pequeño monstruito que hace ruidos, se queja sobre el lugar en que está, pero no se anima a asomarse.

En sus confesiones de almohadas me ha revelado que su razón es que cree que podría ser de esos monstruitos que hieren, que hacen doler tanto que todos terminan llorando. O por lo menos uno.

Así es que es un monstruito que sufre, porque solo ha nacido de dos grandes eminencias intrusas que se posaron entre dos personas en circunstancias repentinas y desagradables. Y peor se siente porque sabe que nada bueno podría salir de eso.

Mientras tanto sigue creciendo y haciéndome doler. Yo creo que le daré cobijo en mi garganta, porque creo que tiene razón, y su mejor lugar por ahora es quedarse allí donde está.

Quizás si lo escupo vaya a parar a la garganta de otra persona, y el monstruito viajaría sin fin, pasando de una persona a otra.

La vida de viajero, para él, es una idea divertida, pero sabe que terminaría aburriéndolo. O por lo menos cargaría su memoria del dolor que provoca a lo largo del tiempo, y esa es la parte nada divertida. A ninguno nos gusta saber que vinimos a este mundo para hacer doler a otro.

El monstruito y yo somos co-habitantes del mismo espacio hace mucho tiempo. Es mi amigo y a veces mi enemigo pero seguimos juntos para no perpetuar este círculo sin fin.

Esta noche es el monstruito el que dijo que escriba, a veces es difícil no dejarse convencer…”

Ya es de mañana y todo parece mecerse en la calma. Hasta me olvidé que alguna vez hubo un monstruito.

¿Y Uds. que han hecho con sus monstruitos? Anímense!